El domingo salimos finalmente porque cada "hombre del tiempo" decía una cosa, unos lluvia, otros sol, otros sol y nubes...
Sin nubes negras en el horizonte salgo de casa hacia el garaje, y de allí al punto de encuentro. Vemos por un lado soleado por el otro con nubes amenazantes. Esta claro que salimos en dirección hacia el lado soleado... jeje
Todo fue bien hasta que iniciamos el camino de vuelta hacia Arganda porque cambió el viento de dirección y nos vimos con las nubes de frente. Por San Martín empezó a llover y eso se convierte en un "sálvase quien pueda", ciclistas en todas direcciones, unos metidos en las paradas de autobus llamando para que le viniesen a recoger, otros hacia el Cercanías, y nosotros a toda velocidad hacia casa.
Hasta el domingo solo me había mojado una vez sobre la bici, y a escasos kilómetros de casa (y con la de montaña, nada que ver) y lo recordaba que no era muy desagradable... pero esta vez fue distinto, porque empezó a llover a 20 km de llegar y encima sin chubasquero ni nada... Las sensaciones desagradables empezaron cuando los calcetines empezaron a empaparse, dando la sensación de llevar charcos en las plantillas, más tarde te da la sensación de que la badana se te empapa (ahora entiendo porque los bebés lloran cuando mojan el pañal... que desagradable...).
Bueno la experiencia me sirve para valorar aún más a los "profesionales de la bici" que siempre salen a entrenar llueva, truene o nieve...
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